martes, 22 de julio de 2008

CROWLEY RECORDS 3


CAPÍTULO 3

Abrió los ojos. El agudo pitido de una máquina sonó a su lado. Su vista estaba completamente borrosa y lo más cercano que veía con claridad eran sus parpados abriéndose y cerrándose. Intento aclararse los ojos con las manos. Siguió intentando enfocar una vez más y distinguir algo que le dijera donde estaba. Se había olvidado del ruido de la máquina. Las notas, ya no sonaban. Los ojos consiguieron enfocar de una forma distinta, un poco borrosa, en tono marrón sepia, como si de una película antigua se tratara. Otra silueta. Una mujer. Esta vez sabía claramente que no era una aparición, ni una alucinación, era Elena. Su ex mujer. Estaba sentada a sus pies en lo que parecía una cama. Se sintió tranquilo, aliviado tras horas de sufrimiento. De nuevo el pitido. Estaba en el hospital.
- Elena … - dijo él con un débil soplido -.
- Será mejor que no digas nada, estás muy débil. Me llamaron anoche, de madrugada, me dijeron que te habían encontrado inconsciente en el estudio y me pidieron por favor que viniera, y aquí estoy.
- ¿Qué me ha pasado?
- Los médicos dicen que tuviste un infarto, ayer, mientras estabas con tus maquetas y tu música en el estudio. ¿Cuántas veces más tendrán que decirte que dejes ya eso ? Estás enfermo, deberías estar descansando en tu casa en vez de estar haciendo lo que no debes.
- Elena, quiero que me escuches … - su voz cada vez sonaba más débil - , a noche, mientras estaba en el estudio, vi algo. No recuerdo muy bien el qué, solo esas …
- Notas - le interrumpió ella -. Nuestra canción, ¿ verdad ?, estás obsesionado. Desde que me fui no he vuelto a escuchar esa música. Nunca más. Pero ayer, volviendo del trabajo sonaron esas … notas, en la radio, y supe que algo había pasado.
- Elena … yo … vi algo más …
- Déjate de tonterías, ya eres demasiado mayor como para seguir pensando en esas historias de tu padre, estoy harto de ti, de que me llames cada dos días, de que mi hija se asuste preguntando quién eres y por qué nos llamas, tengo mi vida, entiende de una maldita ves que entre tu y yo solo quedarán esas jodidas notas " ".
Su nombre sonó. Ella lo dijo en alto, pero no lo oía. No escuchaba su nombre. Intentó una vez más fijarse en las palabras de Elena, leerle los labios mientras seguía hablando, pero cada vez que pronunciaba su nombre se mezclaban los sonidos, no comprendía nada de lo que decía cuando pronunció su nombre. Recordaba a Elena, recordaba casi todo lo que vio en el estudio y recordaba perfectamente la imagen que se le presentó. Pero, ¿quién era él?, no conseguía recordar su nombre, ni pronunciar su nombre, nada. No sabía quién era y mucho menos sabía qué le había pasado para que su memoria fallara en reconocer su identidad. La desesperación, una vez más, desde que cerró el estudio la pasada noche, la angustia llegó a formar parte de su cuerpo. La máquina seguía pitando, cada vez con más fuerza. Observo como Elena se le acercaba. Su pulso iba en aumento, como era de costumbre en las últimas 48 horas. El aparato que marcaba el pulso pitaba, una y otra vez, más fuerte, mientras observaba como Elena rodeaba su garganta con sus huesudas y frías manos mientras ejercía presión para evitar que respirara. La máquina seguía con su timbre. Sus ojos se entornaron. No podía ver nada. Sentía como las manos de Elena se le incrustaban en el cuello cada vez con más fuerza. Comenzó de nuevo con la misma estupidez con la que pretendió salvarse en el estudio, … uno, dos, tres, cuatro … Pudo volver a observar a Elena, sus ojos se recolocaron, se dio cuenta de que la cara de su mujer estaba totalmente demacrada, deteriorada por los años, el paso del tiempo, el sufrimiento. … Cinco, seis, siete …, la cara de su ex comenzó a deteriorarse, más aún, como si fuera el mismísimo tiempo el que intentara evitar lo que Elena estaba haciendo. Su piel se secaba, Los ojos de ella se volvieron totalmente amarillos y tenía las pupilas totalmente dilatadas. … Ocho, nueve … DIEZ!.
La luz se apagó de nuevo en su mirada, otro infarto, su enfermo cuerpo no soportaría mucho más todo aquel ajetreo del organismo y mucho menos el desequilibrio del corazón.
Los médicos corrieron hacia el intentando reanimarle, él no sentía nada. Estaba inconsciente, de nuevo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez. Esta vez era el equipo de reanimación el que contaba. No había respuesta. Lo intentaron de nuevo. Uno, dos, tres …, la máquina que controlaba su pulso volvió a pitar. Ese agotador pitido sonaba a gloria dentro de sus oídos cuando se dio cuenta de que volvía a la realidad, algo que no era muy frecuente desde que se desmayó por primera vez.
Le estabilizaron. Toda su habitación estaba llena de gente; enfermeras, médicos, gente controlándole el corazón, pero Elena ya no estaba ahí, no conseguía verla, pese a que su vista ya estaba en condiciones normales.
-¡ ELENA ! - gritó desesperado - Ella intentó …
- ¿Quién es Elena? - preguntó uno de los médicos-.
-¡Mi ex mujer, estaba ahora mismo aquí conmigo, ella intentó matarme, lo iba a hacer, tenia sus manos en mi cuello ! Por eso perdí el conocimiento.
- Aquí no había nadie - aclaró el médico -, solo usted y las enfermeras que vienen a visitarle para comprobar que está estable, nadie más.
- Pero, entonces … ¿ qué me ha pasado ?
- Una mujer que trabaja al lado de su estudio le oyó gritar, cuando el equipo de emergencias llegó usted estaba en el suelo con la cabeza abierta, por lo visto, se tropezó y cayó contra una de las esquinas de los aparatos que tiene. Nada más.
- ¿Y lo que vi en el estudio?¿ y Elena ?
- Tranquilícese. Ha sufrido alucinaciones debido al golpe. Además, su enfermedad no ayuda nada en todo el proceso, pero calma, ya está estable y en un par de días recibirá el alta.
Se hizo de noche. Horas después de su infarto parecía que todo estaba bien. Nada de alucinaciones, nada de visitas homicidas, nada en absoluto. Se alegró, por fin, tras el malestar creado por la caída y su enfermedad volvía a sentirse a gusto. Sintió las sábanas ásperas y grisáceas que le tapaban, las tocó, para él era casi un milagro, en sus circunstancias, volver a sentir.
Miró por la ventana. La ciudad estaba cubierta por una capa negruzca de nubes que dejaban entrever de vez en cuando una luna llena totalmente amarilla. El alumbrado público marcaba las calles que rodeaban al Hospital. Todo tranquilo. La calma había vuelto, al fin. Cerró los ojos, una vez más, esta vez por voluntad propia y durmió, durmió hasta que todo su cuerpo quedó descansado.
Halecs Malaria.

1 comentario:

kutor dijo...

Para cuando otro capitulo?